El qué y porque desde Washington: Sorpresa… En las monarquías hay más democracia - Los Angeles Times

2022-09-24 12:04:27 By : Ms. Sophia Ding

En el título me refiero exclusivamente a las monarquías constitucionales. Aun así, hay que reconocer que este es uno de los contrasentidos más difíciles de entender. Hoy, la evidencia muestra que en la lista de países más democráticos del mundo 5 de los primeros 10 son… ¡Monarquías! Bueno, para ser más claros, son las Monarquías Constitucionales.

Son Dinamarca, Noruega y Suecia, seguidos de Holanda, y Bélgica. En todos estos países hay gobiernos elegidos por la gente, que han sido elegidos en elecciones libres, con resultados autónomos, verificables y por tiempos de gobierno pre-establecidos. Pero en esos países hay también casas reales en las que las familias están perpetuadas, con reyes, reinas y todo lo demás.

Aquí nos vamos a referir más adelante a cuál es el papel que le espera al nuevo rey británico.

Pero antes, por favor no me vaya a malinterpretar. A mí, como a otros millones de habitantes del continente americano, eso de la nobleza y los príncipes y princesas, no nos hace ninguna gracia. Aunque en un análisis más frío, alguien tiene que explicarnos porqué las casas reales, la británica, la española, la danesa y la sueca principalmente, a nuestros pueblos, les causan tanta fascinación.

Al mismo tiempo, según el Índice de Democracia 2021, de “The Economist Intelligence Unit” o Unidad de Inteligencia Económica, el porcentaje de la población mundial que vive bajo algún tipo de democracia cayó el año pasado al 45.7% desde el 49.4% del año anterior.

En una lista de los países que pueblan este planeta, de los 167 territorios encuestados, solo 21 se consideraron democracias plenas. Lo que representa el 6.4 % de la población mundial. Mientras, y al mismo tiempo, hubo 53 países que cayeron en la categoría de “democracias defectuosas”.

Sorpresivamente la democracia de Estados Unidos está bajo esta categoría de países que cada vez son menos democráticos. Eso justifica el discurso de la otra noche del presidente, Joe Biden, en el que advirtió que eso precisamente está ocurriendo y que es un peligro que hay que reconocer que existe y hay que enfrentar para que se solucione.

Estados Unidos está siendo menos democrático, porque cada vez más se ha puesto en duda la legitimidad de sus elecciones a todos niveles. Donald Trump, con su gran mentira de que Biden le robó la elección y con las divisiones que eso creo, y el vicio de muchos miembros del congreso quedándose décadas en sus puestos, está poniendo en peligro lo que fue uno de los valores más importantes de este país y eso a su vez, puede causar que la gente pierda sus libertades.

Aquí, es relevante recordar algo que en mi época escolar se estudiaba, se llamaba “civismo”, que hoy ha desaparecido del plan de estudios que se enseña en las escuelas públicas y privadas de Estados Unidos.

Ahí es donde aprendimos que Estados Unidos es una democracia representativa y que se llama así, porque la mayoría de las decisiones no las toma el pueblo, sino los representantes que actúan en nombre del pueblo.

También es una democracia electoral porque esos representantes son elegidos en elecciones populares y abiertas. Estados Unidos es también, una democracia presidencial porque el jefe de gobierno es también el jefe de estado y el líder del poder ejecutivo. Finalmente, Estados Unidos es una democracia constitucional porque sus principios y leyes fundamentales están guiados por una constitución.

Precisamente por todo lo anterior desde hace años existe una discusión, entre los politólogos en Washington, que argumentan que este país es más una república que una democracia.

Hay que reconocer que el sistema político de Estados Unidos tiene que reformarse. Pero ese es un tema tan extenso que es necesario dejarlo para otra columna. Lo que sí hay que incluir aquí hoy, es la definición de lo que es una democracia.

La palabra proviene del griego “demos”, que significa “ciudadano”, y “Kratos”, que significa “poder” o “gobierno”. En su forma más fundamental, una democracia es una forma de gobierno en la que los ciudadanos de una nación tienen el poder de decidir las leyes bajo las cuales viven.

Así, lo más democráticamente puro que encontramos en Estados Unidos, son las votaciones que por todo el país ocurren en los días de elecciones políticas y que son las propuestas y resoluciones que la gente decide con su voto directo. Estas son reglas específicas que los estados y los condados estadounidenses siguen por mandato directo de la gente.

Por todo lo anterior, Estados Unidos no está entre las 10 principales democracias del planeta, a diferencia de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, que sí están reconocidas dentro de esas diez principales democracias del mundo.

Antes de que usted me corrija, yo voy a reconocer que hay monarquías en que no existe un solo miligramo de democracia. La de Arabia Saudita es el mejor ejemplo. Ahí el sistema político está basado en la soberanía de un solo gobernante. A ese anquilosado y anticuado sistema de gobierno en que un solo señor gobierna dependiendo de cómo le haya amanecido el hígado, no se le puede llamar monarquía constitucional.

Muchos de ustedes recuerdan sin duda el 23 de febrero de 1981 cuando en la sede del parlamento español en Madrid, mientras el Congreso de los Diputados de la Cámara Baja de las Cortes Generales votaba la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como jefe del gobierno, un grupo de guardias civiles bajo el mando del coronel Antonio Tejero irrumpió en la sala del Congreso con pistola en mano y secuestró a los diputados.

Ese intento de “Golpe de Estado” fracasó gracias a la intervención decisiva del Rey Juan Carlos. Ese fue el último asalto totalitario contra la incipiente democracia española, pero fue también el inicio del papel del soberano español como garante de las libertades constitucionales. Y usted se tiene que preguntar, ¿qué hubiera ocurrido si el rey español no hubiese existido?

Cuando esto ocurrió la nueva democracia española estaba en pañales, y hoy en su madurez, sigue viendo al rey como un catalizador, como el elemento crucial que sigue uniendo a la república. Lo mismo ocurre con las otras monarquías constitucionales de Europa.

Y eso me trae al punto final, ¿que esperar del nuevo rey británico?

Nadie que yo conozca o recuerde se ha pasado la vida entera, 73 años, siendo entrenado para un rol tan complicado y difícil. Los británicos están divididos acerca de si deben seguir teniendo una casa real. La mayoría de quienes tienen 50 años o más quisieran verla continuar y florecer con el nuevo rey. Los más jóvenes, entre las edades de 18 y 40 años, que pronto serán mayoría, quisieran verla desaparecer por ineficiente e irrelevante.

El Reino Unido tiene hoy muchos problemas raciales. La reina Elizabeth II representó más que nada estabilidad. La enorme y creciente comunidad musulmana británica siempre sintió su protección. El nuevo rey va a tener que ser garantía de lo mismo, y a diferencia de la admiración que su madre tuvo desde el principio, el nuevo soberano tendrá que borrar la imagen negativa que sobre él tiene mucha gente, no solo en los dominios de la casa real británica, sino en el resto del mundo.

Y aquí hay otra complicación. El nuevo rey Charles III no es una figura decorativa, el soberano tendrá enorme influencia en las acciones autónomas del nuevo gobierno civil, de la primera ministra Liz Truss, que incidentalmente empezó al mismo tiempo, y los británicos voltean hacia él esperando que alguien les resuelva la crisis económica por la que están atravesando. A la gente le asusta tener una guerra en Europa, y muchos quieren saber si habrá comida, y suficiente calefacción en el invierno. Muchos británicos están buscando, ya no un segundo trabajo, sino hasta un tercero para sobrevivir.

Como el rey Juan Carlos de España, el Rey Charles Tercero de Gran Bretaña, empieza su trabajo en una sociedad en la que se espera que una institución anacrónica siga siendo relevante. Y hoy la única receta que se vislumbra para lograrlo es seguir proveyéndoles a todos los británicos no solamente con liderazgo, sino más que nada, con inspiración. En un país dividido radicalmente entre laboristas y conservadores el nuevo rey, como hizo el anterior rey de España, necesita convertirse en el engrudo que mantenga al Reino Unido... unido de verdad.

La monarquía constitucional de Charles III, deberá continuar siendo la mejor garantía de una verdadera democracia representativa.