“Ideé la casa solar sin sol porque vivo en Asturias, queremos hacerla aquí y venderla en Suecia” - La Nueva España

2022-09-24 12:15:03 By : Ms. Wangqing Foods

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Carlos Omar Suárez, ante su casa desenchufada de Villamejil. | | IRMA COLLÍN

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Carlos Omar Suárez Álvarez (Oviedo, 1973) es ingeniero industrial, inventor y emprendedor. Ha creado, con cinco socios, la empresa emergente Sunthalpy, que hizo el primer edificio 100% solar desconectado en un invierno atlántico. El prototipo es su empresa y su casa. Fue acabada en septiembre de 2019, ocupada en mayo de 2020 y desconectada de la red en agosto.

–He tenido mis crisis personales y profesionales, pero alguien que hace realidad su sueño de niñez está en un momento muy bueno. Hemos hecho realidad algo tecnológicamente imposible y lo mostramos al mundo para producir un cambio social. El ser humano seguirá con el confort de la vida moderna, pero en equilibrio con el entorno.

–En la distopía, ¡una utopía!

–Los intentos de crear un mundo sostenible han fracasado. Estuve en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2019 (COP 25) y solo repartían malas noticias: vivirás peor, te cierro las fábricas, te encareceré la energía. Con nuestra tecnología, se augura reducción de costes, ahorras energía y no contaminas.

–¿Cuándo amortiza la casa?

–En diez años, pero tiene piscina climatizada, que en una casa normal son mil euros al mes, más la gasolina y la calefacción de una casa individual en invierno, 600 euros. En un edificio en altura sería diferente.

–Desde los 12 años aspiraba a una casa no conectada, dice.

–Soy raro. Fui mal estudiante hasta 5.º de EGB. Vivía en mi mundo. Encontré un libro de mi padre, “La casa solar”, de Donald Watson, lo leí, lo entendí y me lo quedé. A partir de él, los alemanes hicieron el edificio pasivo. Pensé en ser arquitecto, pero mis padres no podían pagarme estudios fuera. Decidí ser ingeniero. Mentalmente lo soy; busco problemas y los soluciono del modo más simple.

La casa solar del Naranco, por dentro Irma Collín

–María Consuelo, de Oviedo, nos crio a plena dedicación a mí y a mis hermanas pequeñas, Eva y Tania. Mi padre, José Manuel, de Anleo, era técnico en electrónica. Crecí en el barrio de Santo Domingo y estudié en los Dominicos.

–¿Qué niño era?

–A partir de los 13, más formal de la cuenta; de seguir la norma a rajatabla hasta ser un poco tonto.

–Eso es ser alemán.

–Mi truco latino es sacar la parte alemana. Puedo ser obsesivo. El ingeniero inventor y el artista lo tienen todo en común, son cerebros creativos. El artista tiene glamour y el inventor –¡mira Tesla!– es un inadaptado social. Cuando realizas tu sueño, es una felicidad, y cuando no lo encuentras, un desasosiego.

–Su meta era la casa solar que funcionara en clima nublado.

–Tenía claro que se podía conseguir. Lo que empleamos en la casa existía, pero no lo conocía. Durante años y por mi cuenta busqué la fachada que captaba calor de modo eficiente.

–¿Cómo se le ocurrió?

–Al despertar de una turbulencia en un avión que regresaba de Canadá. Tres años después, como soy un inútil con las manos, cogí a mi padre, de Casa Carpinteiro, que hace lo que quiera. Hicimos el panel en una cuadra de Anleo un verano. Vi que iba como el de verdad, pero era más barato y resistente. Lo metíamos en la casa de noche y daba calor. Dije: “Ya está”. Teníamos la solución para toda la casa. Patentamos un hormigón superconductor de calor, fuera y dentro.

–¿Hasta dónde funciona?

–Hasta el sur de Suecia. En Sevilla no hace falta esta tecnología.

–¿Tiene que convencer a los constructores?

–He pasado un año en ello y no voy a seguir. La edificación es muy tradicional. Cuando la gente lo demande, el constructor lo creerá. Se lo estamos simplificando.

–Llevan tres años y medio.

–Hemos hecho esta casa, un prototipo, y estamos empezando otra a un cliente real. No se parecerá arquitectónicamente: 120 metros cuadrados, piscina y 50 de garaje por 400.000 euros. No va a ser desconectada. Alguna casa vecina ha costado el doble que la mía.

Entramos en la casa solar del Naranco: Suelo radiante para ir descalzo en invierno, piscina que funciona de “acumulador térmico” y coche eléctrico con cargador en la vivienda Elena Vélez

–¿Qué dicen los arquitectos?

–Algunos están enfadados porque, lo entiendo, los cambios crean recelos. Otros nos han recibido muy bien. Esta casa tiene el diseño de un arquitecto externo. Hemos hecho una máquina perfecta que tiene forma de casa que un arquitecto puede hacer con más libertad que hasta ahora. Se parece más a un Tesla o a un iPhone que a una cueva con hoguera o a la casa cuadrada con caldera.

–¿Estar en Asturias le perjudica?

–Por estar aquí se me ocurrió. Nuestro mercado está en Suecia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, países medioambientalmente avanzados. Tenemos contacto y queremos trabajar desde aquí. Sunthalpy se ajusta a la capacidad industrial menguante asturiana: necesitamos acero, aluminio, hormigón, vidrio, cerámica. Tenemos que trabajar juntos, crear algo y venderlo desde Asturias.

–Veamos cómo ha llegado. Acabó la carrera y...

–Durante dos años fui un Sherlock Holmes del mercado para una moto nueva de Suzuki: detectaba los problemas y daba respuestas rápidas en la producción. Después fui a una empresa de Burgos en la que hice techos de automóvil y conocí muchas fábricas de coches.

–¿Cuándo volvió a Asturias?

–A los tres años, con 30, cansado de vivir fuera, y elegí retomar mi trabajo sobre casas solares. Fue cuatro meses porque conocí a mi mujer, María Carmen Villanueva, impresionante, preciosa, inteligente, bancaria. Yo venía de una época sentimental mala, me acogió y soy lo que ha construido. Me dijo: “Chatín, si quieres seguir conmigo déjate de sueños y ponte a trabajar”. Prioricé la chica.

La casa solar del Naranco, por dentro

–¿Dónde se puso a trabajar?

–Aunque de pequeño me costaba expresarme, en el trabajo me decían que era un buen ingeniero que hacía el trabajo al comercial. Me hice representante de una empresa de cierres metálicos, no me gustó, no cumplieron los planteamientos y cambié a Refractaria, una empresa de El Berrón que hacía lo que todos, de director técnico comercial. En quince años hicimos innovaciones tecnológicas y es una referencia en el cemento. Al poco de mi marcha, la vendieron a una multinacional.

–¿Por que se marchó?

–Mi mujer ya me quería abiertamente. Tenemos dos hijos, de 6 y 12 años: Gabriel y Miguel.

–Era muy duro. Estuve en Pakistán, donde cogieron a Bin Laden un mes antes, y topé con el servicio secreto pakistaní. En Canadá casi la palmo porque atropellamos un reno que se nos cruzó por la noche. No sabes qué es hacer crecer la empresa a niveles desconocidos y que, a partir de 2009, con cien personas dependiendo de ti, tus clientes cierren. Tuve una diferencia de pareceres. Retomé mi sueño y fue factible. Baudilio Alonso, mi mano derecha, vino conmigo. Metí la indemnización y más en esto.

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